domingo, 14 de agosto de 2011

Fuego

Fuego, caleta de fuego.
Una esquina, la siguiente, la siguiente, la siguiente. Las del norte y las del sur. Al este y poniente también.

Gente, caleta de gente (más que la chucha gritaban).
En mi esquina. Por Vicuña, Portugal, la Alameda, Bustamante, Santa Isabel.

Verdes, caleta de verde (oscuro eso sí, que no se vean, que no se sientan, sólo el lumazo, nada más que el lumazo)
Personas, tortugas, bestias, órdenes.
Caleta.
Transmutados en zorros, guanacos...fauna nortina, de mi tierra, ahora que caigo en cuenta.
Animales en micros (pensé que eso no se permitía)
Se creían rock stars, aparecían con cortinas de humo
Creo que lloré de la emoción.

Bulla, caleta de bulla.
Gritos, cánticos, bombos, sirenas, palos, crépito del fuego, el que no salta es paco, bocinazos.
Gente, baile, micros.
Nosotros también éramos rock stars...si hasta habían paparazzis en helicóptero.
Como en el matrimonio de J-Lo y los famosos.
De hecho, nos tiraron el humo de ellos para que nosotros para que fuésemos cool como ellos.
Me emocione también y lloré.

Pero en serio.
Bulla.
Caleta de bulla.
De esa que no se escuchaba.
Hace tiempo.
Hace años.
La última vez me dijeron que yo aún no nacía.
Es especial porque es de lo más común.
Todos y todas la tienen, no podemos vivir sin ellas.
Por eso es tan poderosa.
En la casa del rico, del pobre, de las víctimas y del violentista.
De la señora decente y la que cría delincuentes.
Esa arma, mortal, insurgente, necesaria para la evolución y la revolución.
La misma que usa el presidente, Hizpeter, la Vallejos, mi mamá, Manuel Rodríguez, la mina del tiempo de Chilevisión, el que te recoge la basura, el degenerado del Laberinto de Alicia, tú, yo, tus vecinos, tus amigos, el rector y Jordi Castell.
La insignia de la cocina
La cacerola.

Encima mío.
Dentro mío.
Rebotaba el sonido entre pared y pared.
El ánimo, las fuerzas, los sueños, frustraciones, las esperanzas, la súplica, el deber.
Básicamente el fuego.
Una responsabilidad como tal cayó sobre mi cabeza y la de mis compañeros, mis amigos, mi sangre.
Tal cual bendición, una bendición de lucha.
De noche a las luz de las barricadas, ungidos por el sagrado deber de no dejar que nos pasen por encima, por nunca más abandonar la responsabilidad de traer, por la razón o la fuerza, la justicia.

Todos comemos de una cacerola.

"Insumisos, sabios, marginales, humanistas o rebelados"


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